domingo, 23 de enero de 2011

ENTREVISTA PARA REVISTA DESIGN 04


ENTREVISTA PARA REVISTA DESIGN 04 DE COSAS

COLABORACIÓN PARA ASIA SUR.... accesorios con productos bien peruanos


Diseño y ejecucion de pechera de ajies y ollucos multicolores






Trabajar con materiales nuevos es todo un reto, pero también es un desafío divertido.
Esta vez me tocó usar alimentos de uso cotidiano en la cocina peruana. !Que colores hay en la naturaleza!!!!, son admirables. Trabajar con ajíes, ollucos, maíz morado, es todo un privilegio y una aventura de textura y color.
Además a Josefina le quedan muy bien con ese fantástico color de piel y rostro.


FOTO: ALONSO MOLINA
MODELO: JOSEFINA BARRÓN
ACCESORIOS: MENCÍA OLIVERA
REVISTA: ASIA SUR


Cholita, Cuidado con la Fashion Gourmet.... para reir un rato

Por Rafo León para CARETAS



Mira hija, la próxima vez que te quieras poner trendy, piénsalo cinco veces si no quieres exponerte el papelón que me tocó co protagonizar en la Embajada de los Países Bajos la semana pasada, no sabes la vergüenza. Todo comenzó cuando una mañana me dejan en la terraza de Totoras una de esas revistas de verano que te hacen creer que son Vanity Fair y cuando te das cuenta te encuentras con un catálogo de Yonpián pero mejor diseñado donde todo es propaganda, qué aburrido. Pero bueno, el folletón me llamó la atención porque en la carátula estaba mi íntima Josefina Barrón, cholita, vestida de manera por decirlo, bien étnica, ¿ya?, de modo que parecía un mix entre Frida Kahlo y canasta básica familiar: un collar de ollucos y ajíes –que yo no sé cómo no le daban alergia a la piel– y un aire así como de “ricas montañas, hermosas tierras, risueñas playas, es mi Perú” pero en versión chillout. Bueno, hecha una posesa busqué el portafolio con más fotos de la Jose adentro, y la encuentro en una secuencia de fotos toda trabajada sobre vegetales andinos en su hermoso y arreglado y reencauchado y siliconeado cuerpo, que para qué, está de lo más pasable. Me impactó una foto en especial, en la que aparece con un tocado de ají panca bien seco, enredado entre su pelo como la Medusa de la Gorgona, cholita, todo esto medio calata y con unos aretes de pichulita de mono que eran un verdadero homenaje al ají peruano en todas sus variedades y connotaciones eróticas, que es el tema en el que últimamente anda mi amiga y que se apure porque el calendario no perdona. Hija, para mi desgracia esa noche tenía que ir a Lima para una cena en la Embajada de los Países Bajos porque despedían a un secretario económico de la Unión Europea con el que yo he tenido unos zafacones un tanto belgas pero bastante efectivos, la verdad sea dicha; pero claro, ya podrás imaginarte que no podía ir menos vestida que lo que le había visto a Josefina en la dichosa revista de Asia. Entonces agarré el clásico vestidito negro estraples que no tiene pierde pero a partir de ahí empecé a producirme pensando en ser una alegoría de la sensualidad gastronómica peruana, pero como ya la otra me había ganado por puesta de mano con los ajíes, no me quedó sino la especería y las hierbas aromáticas. Con ayuda de la Jessikah’s Jesseniah’s, que no hacía sino decirme que en lugar de una tenida para una embajada parecía que me estaba disfrazando de chupe, pucha, arranqué poniéndome sobre la frente una diadema de huacatay y cola de caballo, sobre la que monté con sutileza unos ajos machos que solo dan en el valle de Majes y que son regios para la pedorranga. Bueno, de ahí, trencé con mi pelo natural largas ramas de rima rima, ruda, huamanripa, hierba del rey, hierba de la reina, hierba de la chola que atiende a la reina, chamico, y un huevo de angelote que me había dejado un maestro curandero la última vez que hice limpiar mi casa porque Augusto Álvarez Rodrich –y lo pongo así con todo su nombre– me la ensució con sus mentiras e infidelidades. Bueno, un collar con pepas de aguaymanto entretejidas con venas de caigua de la enredadera del jardín, y yo ya era una figura como para que la fotografíe Mario Testino en su siguiente delirio pos Sodoma y Gomorra, yo sé que tú me entiendes. La cosa es que me fui manejando así a la embajada, y la gente desde los otros autos me miraba como si hubiera bajado Miss Ganímedes a la Tierra, qué poco mundo. Pero chola, llego a la embajada, saludo, entro y en el primer grupete veo a una flaca que de primera impresión me pareció que también se había producido bajo el mismo concepto de gastronomía peruana sexy, porque tenía una pelambrera del color de las zanahorias que solo dan en el valle de Chupacigarro, en Supe, además de que su vestido –horrible– era del mismo color, al igual que el tono del lápiz labial, las cejas y los pelitos de los brazos, y te juro que me llamó la atención tanta concordancia en el tema de la zanahoria, y regio, por las propiedades que tiene la carotena y nadie las conoce, una linda manera de promover salud, y cuando fui dispuesta a felicitarla por la síntesis entre fashion y salud, puta madre, la doña saca los colmillos y las uñitas de coatí y gritó, “¡ahí está la que debe moguigggggg!”. Bueno, ya te imaginarás quién era y a quién se tuvo que llevar amarrada el personal de seguridad de la embajada, y no precisamente a mí. Regio, ¿no? Chau, chau. (Rafo León)